Liborina de Luis Echavarría, 152 págs., Planeta Cómic, 2020.
Más de una vez he escuchado en boca de mi abuela nombres de pueblos extraños, que no he visitado pese a estar en la misma región. Liborina, quizá, sea uno de ellos.
En esta historieta (Novela gráfica), Luis Echavarría ficciona un pueblo lejano, ubicado en el 2040 pero encapsulado en los años ochenta, donde se reconocen vestigios de una ‘cultura paisa’ que se cree caduca, pero que sigue allí; dada a la astucia, a los impulsos y la violencia.
En Liborina, Luis reafirma su oficio de historietista: despliega recursos gráficos y narrativos que corresponden a alguien que ha leído, estudiado, pensado y dibujado mucho cómic. Hecho que es de notar en el uso de los globos, el color, en la composición de cada página, cada viñeta. Todos los detalles parecen pensados con precisión y mesura, a la vez que dialogan o recuerdan sus trabajos anteriores.
La lectura va de menos a más. Abrimos el libro y Liborina ya está en marcha. Los acontecimientos se presentan sin tropiezos —al menos para el lector— y se alcanzan a sentir la sorpresa y pavor que invaden a Raúl, Julieta y Martín, los protagonistas, a quienes conocemos a través de sus diálogos y sus acciones, sin caer en sobrexplicaciones.
Así mismo se introduce la violencia: in crescendo, sin embargo, no deja de causar asombro; pese al manto de ficción, cuesta ver representados en el dibujo ciertos hechos, aunque no son tan lejanos ni ajenos.
Pero incluso ante la violencia, la narración se sostiene sin caer en el morbo, se trata más bien de una representación que recuerda y da pie a la pregunta: ¿qué tan lejanos estamos del actuar de estos pueblos de ficción?
Este cómic deja intrigas, más dudas que respuestas, múltiples indicios que hacen pensar más allá de lo dibujado, e invitan a ficcionalizar sobre lo trazado (el fondo de chivas, el túnel, Nora y Lila…).
Un único reproche: el paisa hablado por los personajes, pues deberían ser diferentes variaciones del paisa, pues.
Valió la espera, da gusto leer historietas así, de autores que han dedicado gran parte de su tiempo al cómic y cuyo camino natural debería ser seguir haciéndolos.